miércoles, 23 de diciembre de 2015

sábado, 19 de diciembre de 2015

Perdido 2

Ruego paciencia al posible lector, porque sólo así podrá terminar esta lectura que yo creo es imprescindible presentarla en su totalidad para que después, cada cual, saque sus propias conclusiones.

La primera parte se refiere a lo que el “experto” en Miguel Delibes entiende que significa la palabra perdido, que publicó en Diccionario del Castellano Rural en la Narrativa de Miguel Delibes y en el glosario de Cátedra Miguel Delibes. ¡Dios bendito!

La segunda parte incluye el mismo Diccionario del Castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, esta vez editado por ediciones Cinca, en el que, nos dicen, que algunas palabras han sido mejoradas. La palabra que hoy nos ocupa es una de las "mejoradas".

Vamos con la primera parte.

Perdido
D1C p. 167
A la tarde le metí en un
perdido de escobillas y avena loca.
perdido, da.
(Del part. de perder).
1.
adj. Que no tiene o no lleva destino determinado.
2.
adj. U., unido a ciertos adjetivos, para aumentar y reforzar el sentido de estos. Histérica perdida. Enamorado perdido. Tonto perdido.
3.
m. Hombre sin provecho y sin moral.
4.
m. Impr. Cierto número de ejemplares que se tiran de más en cada pliego, para que supliendo con ellos los que salgan de la pre nsa imperfectos o inútiles, no resulte incompleta la edición.
5.
f. prostituta.
~ por alguien.
1.
loc. adj. Ciegamente enamorado de él.
~ por algo.
1.
loc. adj. Muy aficionado a ello.
ser alguien un ~.
1.
fr. Ser demasiado franco o pródigo.
2.
fr. Estar destituido de estimación y crédito.
ponerse ~.
1.
fr. coloq. Ensuciarse mucho, ponerse muy sucio.
V.
 
alma perdida
bala perdida
caja perdida
caso perdido
centinela perdida
cosa perdida
desván perdido
fondo perdido
gente perdida
manga perdida
mano perdida
mujer perdida
pan perdido
ratos perdidos
tiempo perdido

Perdido:
Lugar que no está comunicado ni por veredas, caminos, etc. (Investigación de campo)
AVD p. 49
(...) entre las aulagas de los
perdidos.
AVD p. 58
En Castilla, a falta de las praderas húmedas de que tanto gusta, la avefría asentaba en las cunetas o en los
perdidos pantanosos contiguos a los carrascales (...)
AVD p. 75
(...) de arduas laderas y estirados navazos, donde apenas amuebla los
perdidos una rala vegetación esteparia (...)
AVD p. 85
(...) dediqué mi atención a inspeccionar el terreno y, desdeñando pajas y junqueras, tropecé con un retazo de cebada pinada no mayor de cien metros en cuadro, con más cardos que espigas y la mayor parte de éstas sin granar. Se trataba evidentemente de unperdido, una siembra abandonada (...)
AVD p. 194
(...) donde los majuelos ocupan la mayor parte de las ochocientas hectáreas, alternando con algunos olivares, cuatro
 perdidos de esparto y unos pocos retales de cereal.
LPD p. 26
(...) empezaban a verse pájaros entre los barbechos y
perdidos de los bajos,
LPD p.63
(...) me dediqué a registrar
perdidos, arroyos y majanos,

Querido lector: todo lo que acabas de leer aparece, tal cual, en el DRAE excepto, claro está, el uso que Delibes hace de la palabra perdido en algunas de sus obras.

Al pie de las acepciones que nos aporta el Diccionario de la Real Academia Española, el señor Urdiales nos muestra su "(investigación de campo)” para decirnos:

Perdido: Lugar que no está comunicado ni por veredas, caminos, etc. (Investigación de campo).

Patente queda que el señor Urdiales no puede haber investigado, porque a tenor de lo que nos aporta, tomado del DRAE, queda claro que nada tiene que ver con el terreno, que es por donde se mueve el cazador y que el “experto” aún no ha descubierto.

Dígame querido lector: ¿Dónde y cómo investigó el experto?

Vamos con la segunda parte que conforma el nuevo-viejo diccionario.

Perdido.
D1C p. 167
A la tarde le metí en un perdido de escobillas y avena loca.

Con lo que acabamos de leer encabezaba el primer diccionario y la Cátedra Miguel Delibes.

Perdido,da. (Del part. de perder).

1. adj. Que no tiene o no lleva destino determinado.

Esto también aparece al principio de la primera parte.

Perdido: Tierra sin labrar durante años. (Investigación de campo).

¡Esto sí que es nuevo! Aquí al señor Urdiales le habían llegado -sin él investigar- unos folios mecanografiados en los que le advertían de sus posibles errores.

Y sigue el diccionario:

AVD p. 49
(…) entre las aulagas de los perdidos.
AVD p 58
En Castilla, a falta de las praderas húmedas de que tanto gusta, la avefría asentaba en las cunetas o en los perdidos pantanosos contiguos a los carrascales (…)
AVD p. 75
(…) de arduas laderas y estirados navazos, donde apenas amuebla los perdidos una rala vegetación esteparia (…)
AVD p. 85
(…) dedique mi atención a inspeccionar el terreno y, desdeñando pajas y junqueras, tropecé con un retazo de cebada pinada no mayor de cien metros en cuadro, con más cardos que espigas y la mayor parte de estas sin granar. Se trataba evidentemente de un perdido, una siembra abandonada (…)
LPD p. 26
(…) empezaban a verse pájaros entre los barbechos y perdidos de los bajos.

Juzgue usted lo que acaba de leer. Yo, una vez más, voy a dar mi opinión sobre este segundo-primer diccionario.

La verdad es que poco tengo que añadir. Sí creo que debo opinar y preguntar: después de lo visto y leído… ¿esto es una “mejora” de la palabra PERDIDO, o es una rectificación absoluta al primer diccionario que, aparte de este menda, nadie corrigió?

La palabra perdido referida al campo (terreno que se deja de labrar) el DRAE –fuente de información del señor Urdiales- no la recoge. Me arriesgo a asegurar que es palabra del más puro castellano rural, por eso no aparece en la Real Academia y si el diccionario nos falla, el señor Urdiales eso: está perdido.

Entiendo que dado el error mayúsculo cometido en el primer diccionario y aplicando un mínimo de cordura, el autor debería reconocer su error y justo en dos líneas rematar la faena: perdón lector, me equivoqué y la palabra perdido queda como sigue:

Perdido: Tierra sin labrar durante años. (Investigación de campo).

Pero el autor de este último-primer diccionario demuestra muy poco respeto (es mi opinión) hacia sus lectores y sigue rellenando “como Dios le da a entender” para ver si pasa desapercibido y… todos tan felices.

Ahora, a pesar de haber dejado claro en el Diccionario de Camporredondo y en mi anterior crítica en “La Pizarra de Gaude” sección “En camisas de once varas”, lo que significa la palabra rural perdido, quiero ampliar un poco su significado para que no quede duda sobre ella.

Perdido:

Parcela de terreno que durante años no se labra. Debo decir que no es lo mismo que barbecho que es la parcela de terreno que, si bien no se siembra, sí que se labra. El perdido adquiere su título en el momento en que se deja de labrar durante uno o más años agrícolas.

Después hay otros perdidos: unos porque se desorientan, otros porque no sabemos por dónde andamos, otros porque son unos perdigallas… en fin que el término perdido es palabra del castellano de muy amplio espectro. Delibes, conocedor del ambiente rural en el que se desarrollan algunas de sus obras hace uso de ella, pero referida al campo exclusivamente.

Y mi queja final: ¿no deberíamos reclamar sobre la edición y salida al mercado de unos diccionarios sin un mínimo de rigor? La verdad es que no, porque sin ellos yo no habría salido a la palestra a intentar defender el lenguaje de mis abuelos y la obra del escritor en castellano rural más grande que dio Castilla. Desde esa perspectiva, no otra, muchas gracias señor Urdiales.

No soy pesado, no, ya sé que me repito, pero no soy pesado. Lo que acaban de leer está respaldado por: Fundación Instituto Castellano y leonés de la lengua, Cátedra Miguel Delibes. Fundación Miguel Delibes; Excma. Diputación provincial de Valladolid, Misterio de incultura rural que “hace posible que el señor Urdiales predique por institutos y colegios”, diario El Norte de Castilla y… como suelo decir: ¡échele usted hilo a la cometa! ¿Es posible que a nadie le importe la interpretación que el experto hace sobre ésta y otras palabras rurales?

Como final digo: he tratado de buscar la palabra perdido, referida al campo, y no he conseguido nada positivo, por lo que deduzco que es palabra eminentemente rural. Por todo ello ruego, al que más sepa, nos informe sobre su origen para darle la mayor difusión posible. Me queda lamentar que los perdidos (terrenos que se dejan de labrar) en Castilla van en aumento ¿a alguien le preocupa? Al que esto teclea sí, mucho.

Camporredondo 5 de mayo de 2015.



domingo, 13 de diciembre de 2015

Zahurdón

Ruego al autor del diccionario y la Cátedra Miguel Delibes.

Usted -y todos seguidores de “La pizarra de Gaude”- a estas alturas de la película, saben que sólo pretendo aprender y comunicar lo aprendido.

Además, aquello que aprendo quiero transmitirlo con la mayor seguridad posible de que lo que digo no es alguna "burrada". De esta manera creo colaborar a no cambiar el significado que durante muchos años, incluso siglos, tuvieron las palabras del lenguaje rural. De las palabras académicas ya se ocupa la RAE, pero de las otras, las mías, no se ocupa nadie. Y si de vez en cuando se ocupa alguien, le da igual –como decimos la gente rural- “a cuestas que al hombro” y es que ni siquiera eso es lo mismo. No, no es lo mismo que el Azarías se acostara entre la torvisca (matas de torvisco y otros matorrales) que a la "abrigada" (abrigaño) de los zahurdones (construcciones muy antiguas).

Ver fotos al final de la entrada.

Zahurdón
LSI p. 15
(...) se acostaba a la abrigada de los
zahurdones o entre la torvisca (...)
Zahurdón:
conjunto de maleza, espinos, árboles pequeños, zarzas, etc. que forman una especie de pared. Es más alto que la cerviguera y es empleado por labradores y cazadores para ponerse al agrego en días de viento. (Investigación de campo)

Así aparece en Cátedra Miguel Delibes y en “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes editado por Fundación instituto castellano y leonés de la lengua y ediciones Cinca.

Condición indispensable -creo yo- es que nos situemos en el entorno (dehesa extremeña) en el que transcurre la obra “Los santos inocentes”. Sólo así podremos entender su lenguaje. Dijo Delibes: “en ese diccionario hay palabras de pueblo y palabras de región. No todas valen…” ¿os acordáis?

Dije al principio del escrito: quiero saber, me gusta saber. Por eso, al llegar a la palabra zahurdón, dado que el autor de los diccionarios y el glosario de la Cátedra Miguel Delibes nos remite, como es su costumbre, a su “investigación de campo” que, dicho sea de paso, como soy de pueblo, no sé qué significa, me puse a buscar por donde pude, y encontré lo mismo por todas partes.

Copio y pego lo que dice el DRAE:

zahúrda
Quizá voz de or. germ.; cf. al. Sau 'marrana' y Hürde cercado'.
1. f. pocilga.

Encontrado esto comencé a ver la luz. Pensé: si zahúrda es pocilga, tengo bastante claro que no es hierba, zarzas, árboles pequeños, espinos… maleza. Supongo, cavilé, que zahurdón es el aumentativo de zahúrda y seguí el hilo. De sobra es sabido que por el hilo se llega al ovillo. Pero resulta que por el hilo encontrado llegué a muchos ovillos, todos iguales, pero ninguno es el del señor Urdiales que es el que yo buscaba. Todos los ovillos que encontré son en forma de construcciones antiguas en el campo, pero construcciones al fin y al cabo.

En la seguridad de que el “experto” en Delibes ha “investigado” por otros campos, es por lo que le ruego que sustituya (investigación de campo) por una dirección. De esa manera yo tendría la posibilidad de ponerme en contacto con su informante y, entre todos, llegaríamos a dejar la palabra zahurdón donde la colocó Delibes, que no es otro lugar, a mi modo de ver, que en el campo, detrás de cuyas paredes se cobijaba el Azarías los días que se levantaba flojo y como desfibrado y se cobijan pastores, labradores, cazadores y todos los “…ores” que puedan necesitar agregarse (ponerse al agrego) en días de viento… y más días.

¿Por qué me llamó la atención la definición que nos ofrece el señor Urdiales sobre el zahurdón? Pues porque sorprende; a mí me sorprendió, que Delibes no se hubiera dado cuenta que al acostar al Azarías entre la torvisca (matorral que forma el torvisco y otros arbustos) o a la brigada de los zahurdones le acostaba sobre los mismos matorrales siendo, como dice el autor del diccionario, el zahurdón un conjunto de maleza, espinos, árboles pequeños, zarzas etc. Creí que había un error y por eso busqué.

Resumiendo: Delibes -según lo que yo entiendo- situó al Azarías, -“los días que se despertaba flojo y como desfibrado”- en el campo, acostado a la abrigada de los zahurdones (construcciones, normalmente de piedra y tierra) o entre la torvisca (conjunto de arbustos y maleza entre la que predominaba el torvisco) que también le protegía del viento. Porque claro, si Delibes hubiera dicho que el Azarías se acostaba a la abrigada de los zahurdones y éstos son un “conjunto de maleza”… y la torvisca que, ésta sí que es un arbusto, podríamos decir: ¡vaya despiste del escritor! Pero no, Delibes dijo lo que dijo, acostaba al Azarías ora al agrego de un pared, ora al agrego de un matorral. O sea: Delibes no se despistó, sino que no entendemos lo que él dijo.


Planta del torvisco. (Si hay muchas: torvisca o torvisquero).
Zahurdón. En mi pueblo lo llamamos chozo.


















                  






                 

Creo que Delibes (es sólo una opinión) preocupado por el medio ambiente, hace uso del torvisco por su temor a que esta planta, como otras muchas, vaya desapareciendo. ¿Desaparece también el torvisco? Valga esta referencia: entre los pueblos Montemayor de Pililla y Santibáñez de Valcorba hay una zona que le llaman los torvisqueros. Nunca me interesé del por qué de este nombre hasta ahora. Traté de averiguar por qué el nombre si no hay torvisco como para darle nombre a la zona y la respuesta fue: pues porque en otro tiempo fue una zona donde esta planta predominaba. Queda claro que el torvisco (al menos en esta zona) está despareciendo y yo creo que Delibes nos lo está recordando.

Nota al final de la entrada: como he mentado la frase “a cuestas y al hombro” y dado que yo digo -porque así lo aprendí- que no es lo mismo, algún día trataré de razonarlo o quizás deba rectificar. “No es lo mismo a cuestas que al hombro”.

Y aquí seguimos en:

Camporredondo a 6 de diciembre de 2015




lunes, 7 de diciembre de 2015

La mujer de mi pueblo es...

UNA MUJER SERENA

Frente a mí, una mujer reflejada en el espejo,
me mira y sonríe,
sí, sí, yo lo sé, susurro:
mi piel es un mapa geográfico,
mis ojos cercados en diminutos pliegos,
el pelo ahora teñido luce un color que no es el suyo.
Sé mirar mi cuerpo, sólo una mofa del cuerpo juvenil
de antaño.
Cuando alguien me habla ha de hacerlo fuerte,
y a la tele encendida le subo el volumen.
Necesito gafas de doble graduación
y mis movimientos son un poco más lentos,
bueno, a veces, mucho.
Estoy ya anclada en eso que llaman la tercera edad
pero a esa mujer del espejo
le digo en alta voz,
que quiero seguir viviendo,
recorrer con orgullo el camino que aun me falta por
andar.
Quiero continuarme en cada acto,
sorprenderme ante lo desconocido,
¡Aún hay tanta vida por vivir!
Tengo la sonrisa llena,
la mirada fuerte y fresca,
En mi memoria celosa guardo los momentos
amargos y tristes. Los alegres los llevo puestos.
No renuncio a nada de lo que viví,
pues es mi historia
y me descubre mis secretos y mis sueños.
Hoy descubro una palabra, un gesto, una sonrisa.
Respiro,
y en mis dedos la vida surge mágica y veloz.
No me siento joven,
pero me gusta mi rincón,
me gusta la ilusión que pongo en lo que miro,
la tranquilidad de saber
que cada puerta que cierro
es una menos para abrir, pero no importa,
cuando la abro, aun descubro
un ligero temblor en mis manos.
Y cuando no haya más puertas que abrir
llevaré el recuerdo del amado,
el legado de mis hijos y sus hijos,
de todo lo sentido, de todo lo vivido.
Y podré gritar
con alegría, que a pesar de los pesares,
siempre he vivido.

Eutiquia Sanz
Aula de Camporredondo

La serenidad no es estar a salvo de la tormenta, sino encontrar la paz en medio de ella”.

Thomas de Kempis

viernes, 4 de diciembre de 2015

Chito 2

¡Chito!

Así pudo ocurrir. A ver qué os parece:

Mi vecino (filólogo doctor cum laude en ciencias de la información) llegó recientemente de la gran ciudad para disfrutar de la tranquilidad y el aire puro del pueblo.

Comoquiera que no sabía por dónde empezar -el hombre no había disfrutado nunca atmósfera más nítida y saludable- comenzó pidiendo consejo-ayuda a sus vecinos y, entre ellos…

Un día se presentó en mi casa y me preguntó: Gaude ¿cómo te las arreglas para abastecer de huevos la despensa? Pues mira, le dije: para abastecer de huevos la despensa tengo una “os”. El hombre se quedó tan tranquilo, tomó nota, y siguió preguntando: oye, como mi casa estaba abandonada, hay muchos ratones ¿tú cómo lo solucionas? Para eso tengo un “zape” (también llamado “chape”). Siguió tomando nota y preguntando: hasta que venga mi familia me encuentro solo ¿qué me aconsejas como animal de compañía? ¡Hombre! para eso puedes comprar un “quita”, “chito”, “tuso”, “fuera”, “chucho” “anda” “anda al corral”, “anda a la calle”… que te irá muy bien. Por hoy vale, y me dio las gracias y se marchó.

Al cabo de unos días volvió y me dijo: no he podido encontrar nada de lo que me dijiste. Para lo primero me dijeron que comprase una gallina… ¡Ya ves para qué quiero yo una gallina! Para lo segundo me dijeron: si tienes ratones cómprate un gato. ¡Adónde voy yo con un gato! Y para lo tercero me dijeron ¡hombre, el mejor amigo del hombre es el perro! Eso es lo que me han dicho ¿qué te parece? Pues hombre -le dije- eso es lo mismo que te dije yo. Lo que pasa es que como vienes de la ciudad y yo creí que allí lo entendíais como yo te lo expliqué… de ahí viene la confusión.

Verás:

Me regalaron unos diccionarios (“diccionario” del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes) editados uno, por Fundación instituto castellano y leonés de la lengua, y otro por ediciones Cinca, y encontré esto:

Chito: la acepción con la que la emplea Delibes no está recogida en el DRAE. Aquí significa “perro”. (Investigación de campo).

Esto viene porque en “El disputado voto del señor Cayo” -magnífica obra de Miguel Delibes-, dice: “(…) Entró el perro subrepticiamente y se puso a olisquear entre los estantes. El señor Cayo le tiró un puntapié: ¡quita, chito! (…)”

Como podemos ver el señor Cayo no dijo ¡quita perro! no, no, dijo: ¡quita, chito! También pudo haber dicho ¡quita, tuso! o ¡anda al corral! o ¡anda a la cuadra! o ¡anda a la calle!... y más cosas que se dicen al perro para ahuyentarle, para echarle fuera. Pero quita, anda a la calle, chito, tuso, no significa perro. Todas estas palabras se usan para hacer que el perro se largue porque no queremos que estorbe. Lo mismo que al gato para echarle fuera decimos “¡zape!" o "¡chape!” y a la gallina “¡os!” para que no ensucie algo que no queremos tener sucio.

Por eso, como soy de pueblo, al leer estos “diccionarios” pensé: ¡date! en la ciudad conocen a los animales por la palabra usada para ahuyentarles Y por eso me expresé en ese lenguaje.

Resumiendo: la palabra “chito” no significa perro. La palabra “os” no significa gallina. La palabra “chape”, o “zape”, no significa gato. Todas estas palabras se usan para asustar, o ahuyentar, al perro, a la gallina o al gato porque, en el momento -según nuestro criterio- estos animales estorban.

Y hasta ahí la historia de mi vecino que -poco a poco- fue aprendiendo… porque el tío es más listo que un conejo, pero estaba fuera de su ambiente natural y no se había dado cuenta.

Porque sé que es aficionado a ello, aproveché la oportunidad para decirle a mi vecino: cuando consultes el DRAE buscando la palabra “tuso” encontrarás que te dice:

tuso1.
1. interj. U. para llamar o espantar a los perros.
2. m. coloq. perro.

Ante esta definición tengo que pensar que los perros de la academia son más listos que los rurales porque, si no, no entiendo cómo saben los perros cuándo les llaman y cuando los espantan. A ver: ¡tuso! –digo al perro- Si yo entendiera el lenguaje perruno seguro que él me estará diciendo: ¿me llamas o me espantas? Y cuando le aclarase mi intención el perro vendría, o se iría… en fin: doctores -cum laude- tiene la academia… yo soy de pueblo y como paleto que soy intento decir cosas.

Los de pueblo, cuando –coloquialmente- hablamos de los canes, no decimos tengo un tuso, un chito, un anda a la cuadra… no, no, no, decimos tengo un perro y, si conviene, añadimos la raza del animal ya sea cazador…, pastor… de compañía… etc. Insisto: esto es en el pueblo. Parece que en la ciudad (DRAE) tiene otro significado.

Y ya quiero, y debo, completar el lenguaje (rural) usado para con los tres animales de los que nos hemos valido para esta entrada:

Para ahuyentar a las gallinas decimos “¡os!” y… ¿para llamarlas? Pues decimos: “pitas, pitas, pitas…”

Para ahuyentar al gato decimos “¡zape! o ¡chape!” y… ¿para llamarle? Pues para llamarle decimos: “bis, bis, bis…” también decimos: “misino, misino, misino…”.

Para ahuyentar al perro decimos “¡chito!”, “¡tuso!”, “¡anda al corral!… etc.” y ¿para llamarle? Pues para llamarle decimos “toba”, o por el nombre que generalmente tiene, y si el perro es muy joven decimos: “cus, cus, cus”.

Y éste es el lenguaje que usa Delibes: el lenguaje rural. Y en este lenguaje intentamos expresarnos. El académico es un lenguaje mucho más culto, es un lenguaje… eso, académico, que es el que maneja mi vecino.



Camporredondo, 5 de agosto de 2015

sábado, 28 de noviembre de 2015

Ruciniega

No tengo mucho que decir, pero sí quiero manifestar que si algún día (imposible para mí) yo llegara a ser experto en la narrativa de Delibes, pondría todo mi empeño en respetar el lenguaje de sus personajes y después averiguaría todo lo que pudiera para esclarecer aquello que, a mi modo de ver, y entender, no estuviera suficientemente claro.

¿Por qué digo esto? Pues por lo que vemos a continuación publicado en “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, editados: uno por Fundación instituto castellano y leonés de la lengua y otro por ediciones Cinca; además de recogido en el glosario de Cátedra Miguel Delibes:

Ruciniega

LGNA p. 136
(...) que si quita los tábanos y las
ruciniegas, que zumbaban,
Ruciniega:
Mosca de caballo. (Miguel Delibes, 23 de julio de 2003)
Ruciniega:
No conocida en la zona. (Investigación de campo)

Para mí –que no ando sobrado de luces- esto no está suficientemente claro. ¿Que no sé lo que son los tábanos? Hombre, hasta ahí sí que llego: algunos me han chupado la sangre a lo largo de mi vida rural, y muchos he tenido que aplastar cuando sobre el pecho de mis machos parecían un enjambre ávido de sangre. O sea, el tábano es una mosca grande y muy molesta que chupa la sangre al rocín, al asno, al mulo, al ser humano y todo bicho viviente que se le ponga a mano y tenga sangre caliente.

Pero lo que no me queda claro es lo que sigue, “ruciniega: mosca de caballo”. Ante esto me pregunto: ¿será que hay un tipo de mosca especial de caballo? A partir de este momento pongo en marcha la máquina de pensar y recodar; y pienso y recuerdo: Pacífico Pérez llama ruciniegas a todas las moscas que zumbaban, porque se acordó de que las moscas molestaban mucho a los rocines (caballos). Pero si se hubiera acordado de que las mismas moscas molestaban también al asno (burro) o al mulo (macho o mula) pues las habría llamado de otra manera. De forma que llego a una conclusión: las ruciniegas de Pacífico Pérez son las mismas moscas que acuden, también, a chupar la sangre, y las legañas, a todos los animales, incluido el animal, del que decimos, racional. Así que no, no, las moscas son ruciniegas cuando se posan en los ojos, y otras partes, de los rocines (caballos y yeguas). Cuando se posan en el burro son asnales o borriqueras, etc.

Vamos un paso más:

Ruciniega: No conocida en la zona. (Investigación de campo)

¿Hay alguna parte donde no se conozcan las moscas? Sí, ya sé: “soy más pesado que las moscas”.

Otra cosa es que Pacífico Pérez, (“Las guerras de nuestros antepasados”) hablando con el doctor Burgueño López, llama ruciniegas –y tenemos obligación de respetarlo, como lo respeta Delibes- a las moscas que en otra parte decimos que son rociniegas (caballares) a las moscas que molestan, en ese momento, a los caballos. De la misma forma que rociniego es todo aquello que concierne al caballo. La silla de montar, por ejemplo, es rociniega.

Mi reflexión: los tábanos también son rociniegos (ruciniegos para Pacífico Pérez) y las moscas rociniegas (ruciniegas para Pacífico Pérez) no es una clase de mosca especial, sino moscas que molestan a los rocines, al ganado mular, y al asnal que engloba ya a todo tipo de animales.

A continuación me seco el sudor por el esfuerzo que me ha costado llegar a esta conclusión ¿habré acertado?

Y aquí sigo, en


Camporredondo a 11 de noviembre de 2015

sábado, 21 de noviembre de 2015

Trapunta

Trapunta, en el "Diccionario del CASTELLANO RURAL en la narrativa de Miguel Delibes”.

Sabéis que lo mío es preguntar (porque quiero, y me gusta, saber), por eso comienzo esta entrada preguntando: ¿Cuando vosotros encontráis un título así, qué palabras esperáis encontrar dentro del libro? Es que yo esperaba encontrar palabras del castellano rural que, además, estuvieran en trance de desaparecer.

Ojeando, ojeando el mal llamado diccionario del castellano rural, de repente, sentí una extraña sensación y… ¡zas! Enseguida me di cuenta del porqué del latigazo: el autor del librito había descubierto otra palabra que yo desconocía (desconozco muchas más). La palabra es: trapunta.

Como en mí avanzada juventud nunca la había oído, debo confesaros que lo primero que hice fue buscar y buscar la palabra entre quien debo hacerlo: los hombres y mujeres rurales, desde los más mayores hasta las más jóvenes, pero nada, que no había forma de encontrar la dichosa palabra rural.

Como el autor nos concede el privilegio, y el favor, de decirnos la obra de la que tomó la palabra, voy a mi alhacena y echo mano de 'Europa: parada y fonda' de Miguel Delibes. Efectivamente, allí, en la página 184 de 'obra completa, tomo 4, primera edición, ediciones Destino', anda el escritor que, en su viaje por Europa, ahora pasea por Italia. A partir de aquí ya es más fácil: buscar la palabra trapunta por el “castellano rural”, aunque parece que suena un poco a italiano.

Como esto ya es muy fácil, me voy al diccionario italiano y allí está: trapunta.

Y ahora, para ser fiel al autor, copiamos y pegamos, lo que encontramos en 'Cátedra Miguel Delibes', que también se encuentra en los libritos editados por 'Fundación instituto castellano y leonés de la lengua' y 'ediciones Cinca':

Trapunta
EPF p. 56

(...) la ropa tendida a sacar en la calle o la trapunta a airear constituyen la fe de vida del italiano humilde-,
Trapunta: Lo que no se lava. Colchas, mantas. (Miguel Delibes, 13 de agosto de 2003)

En entrevista concedida a Pilar Ortega Bargueño, publicada por el periódico “El mundo” el día 14 de octubre de 2007, Miguel Delibes lamenta (eso creo yo) el trato dado a las palabras que el escritor maneja a lo largo de su obra. Pregunta la periodista: “Jorge Urdiales recuperó en un diccionario los términos rurales que salpican sus novelas. ¿Teme que vayan desapareciendo?” Responde el escritor: “creo que lo de Urdiales es un poco prematuro. No subrayó mis subrayados. En ese diccionario hay palabras de pueblo y palabras de región. No todas valen, aunque casi todas tienen algún interés”.

Qué duda cabe que a la pregunta que, al parecer, Urdiales hizo al escritor sobre la palabra trapunta, éste contesta correctamente: “Lo que no se lava. Colchas, mantas”. Lo que no sabremos nunca es lo que hubiera contestado Delibes si le hubiera preguntado por la palabra trapunta como palabra del castellano rural. Bueno, yo creo que le hubiera dicho que trapunta está dentro de las palabras que no valen porque pertenecen a la lengua italiana.

Es por eso por lo que yo quise comenzar el escrito con el título del “diccionario” para después preguntar: ¿qué c… narices tiene que ver una palabra italiana en un diccionario del castellano rural?

Pero siempre queda aquello que dice: “no hay mal que por bien no venga”; que quiere decir que hasta de la mayor “burrada” podemos aprender. Esto es lo que me ha sucedido a mí con la palabra italiana trapunta, que al buscar su traducción al castellano (rural o no) me encuentro con que hace referencia a las ropas que cubren la cama: colchas, cubrecamas, edredones, hoy también nórdicos… en fin, un amplio abanico de prendas que no suelen lavarse al modo tradicional, de ahí que Delibes diga: prendas que no se lavan.

¿Por qué decía yo “no hay mal que por bien no venga?” pues porque gracias a Jorge Urdiales Yuste, autor del librito, yo he recordado la habitación donde mi abuela Martina (1878) tenía una preciosa cama con un corbetor. No, no me he equivocado, he querido decir y he dicho corbetor, porque así llamaban en aquel tiempo a lo que hoy ha llegado a ser un nórdico. Cuando hoy recuerdo la cama de mi abuela me parece estar viendo algo sublime, algo muy especial gracias al CORBETOR.

¿Quiero decir que aquella palabra era, y es, correcta? Quiero decir que dentro del lenguaje rural aquella palabra era, y es, correcta. Con ella se entendían cuando se referían al cubrecama o cobertor (cubierta de lo que sea, en este caso cama).

Cuando incluya en el “diccionario de Camporredondo” la palabra corbetor, siempre me acordaré que fue gracias al autor del “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Delibes” el que la palabra no haya desaparecido totalmente del lenguaje rural. Quiero decir que cuando he querido poner a prueba a los “jóvenes”, de mi edad para arriba, sólo he conseguido que lo recordaran al nombrárselo yo. Hasta entonces a lo más que llegaban eran a cubrecamas o edredón. A partir de nombrar el corbetor, enseguia aparecían: mi abuela tenía… mí tía tenía dos camas con el corbetor…etc. Por todo lo dicho, y mucho más: ¡Gracias señor Urdiales! “No hay mal que por bien no venga”. Pero trapunta, en lenguaje rural, aunque sea en la narrativa de Delibes, no existe. Delibes ya se lo dijo: “no todas valen”.

Y recordando, recordando… me he acordado de la palabra corbetera (esta sí, la tengo recogida en el apéndice del “Diccionario de Camporredondo”) que se refiere a la tapadera de los pucheros de barro que hacían los cacharreros de Arrabal de Portillo, en los que se cocían nuestros gabrieles y patatillas… bueno, y más cosas.

O sea: corbetor = cubierta de cama. >Edredón.

Corbetera = cubierta de pucheros y cazuelas de barro. >Tapadera.

Trapunta = buscadla en el “Diccionario italiano”.

Seguiremos como podamos, con lo que podamos, en:


                                                                                            Camporredondo a 18 de noviembre de 2015

NOTA que creo tener la obligación de añadir a mis escritos: dado que un elevado porcentaje de las visitas a 'La pizarra de Gaude' procede de Estados Unidos, y dado que en Nueva York tiene sede Cátedra Miguel Delibes, quiero dejar constancia de mi total desacuerdo con el glosario de dicha Cátedra. El autor de dicho glosario tiene distinto nivel de lenguaje rural al que tiene este desertor de la esteva y la cayada. ¿Por qué será?



martes, 17 de noviembre de 2015

Cachar/cachear 2

No hace falta que me recordéis que, en anterior entrada, ya hemos comentado suficiente sobre esta palabra. Si insisto es porque este nuevo-viejo “diccionario” nos ofrece, como novedad, la mejora de algunas palabras.

El “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes” editado por ediciones Cinca nos repite –porque debe de estar muy convencido- que los surcos se cachean. Y nosotros repetimos todas las veces que haga falta; los lomos, o cerros, de los surcos no se cachean: se cachan. Tampoco me canso de decir que los surcos, además de no ser delincuentes, no esconden ningún tesoro. Por tanto es inútil y absurdo cachearlos (registrarlos).

Pero, además, sin que sirva de precedente, repetimos: el DRAE y este paleto estamos en total acuerdo, ved lo que dice el DRAE:
cachar1.
1. tr. Hacer cachos o pedazos algo.
2. tr. Partir o rajar madera en el sentido de las fibras.
3. tr. Arar una tierra alomada llevando la reja por el medio de cada uno de los lomos, de modo que, estos, queden abiertos.

De forma y manera que, cuando hablemos de abrir surcos, tueros, patatas… diremos cachar. Pero si queremos registrar a algún posible ratero diremos... ¿qué diremos? Pues eso: cachear.

Reitero: nuestro nivel, en cultura rural, es tan pobre, que si alguien no frena la propagación de libritos como éstos que ahora nos ocupan, en pocos años habremos trastocado totalmente el sentido que tenía el lenguaje de nuestros abuelos.

En la mejora que el “experto” añade, en el librito editado por ediciones Cinca, a la palabra cachear, reconoce que en Castilla se dice cachar. Entonces yo digo... ¡joder! si ahora has descubierto que en Castilla se dice cachar ¿por qué sigues diciendo cachear? ¿No dices que es un “diccionario” del castellano rural? Entonces lo correcto será recoger lo que en la Castilla rural se dice… ¿o no? Sin embargo sigue insistiendo en que “También se cachea la tierra cuando está de barbecho, para quitar el forraje y mantenerla limpia. En la actualidad se hace con la binadora. Y, como siempre, añade la tan socorrida… (Investigación de campo).

Bueno, creo que ha quedado claro que, en Castilla, se cachaban los surcos: no se cacheaban.

Nos queda por decir que el arado tradicional para esta operación era el romano. Esto era en tiempos en que Delibes escribió “Viejas historias de Castilla la vieja” (años 1960). En la actualidad, nos dice el experto en Delibes, que se hace con la binadora; y sigue con su… (Investigación de campo). 

Bien. Como lo mío es aprender, yo rogaría al señor Urdiales que me diga qué tipo de arado es la binadora ¿es otro de los arados descubiertos en sus investigaciones? Digo esto porque yo conozco la binadera como herramienta manual para distintas labores (ya lo publicamos en “La pizarra de Gaude"), y el binador (también publicado), arado de tracción animal, con el que se binaba, pero la binadora no sé lo que será más allá de la persona que bina.

Hasta aquí estamos intentando hablar en el lenguaje que Delibes usa en su narrativa. Por eso nos referimos al arado romano, al binador, a la binadera, etc. pero si lo que queremos es documentarnos sobre los métodos agrícolas actuales será otro tema del que yo –entrado ya en edad- me retiro. Eso deben escribirlo los jóvenes (los pocos que quedan en el campo). Porque, efectivamente, hoy a la binadera la llaman binadora y el binador de mi época tampoco tiene nada que ver con el actual. De manera que, yo creo, debemos ceñirnos al tiempo en que Delibes escribió. Y en aquel tiempo se cachaba el surco con el arado romano, hoy se cultiva de distinta manera. Dudo que hoy se cache el surco para tapar la semilla, como tampoco para eliminar las malas hierbas.

Quiero insistir en la admiración que siento por el señor Urdiales. No, de nuevo repito que no es admiración por su obra como experto en Delibes, no. Mi admiración va por el valor que este señor demuestra al ponerse delante de una cuartilla, un micrófono, un público o una cámara de televisión, desconociendo total y absolutamente aquello sobre lo que pretende disertar. Supongo que ya tendrá reservada, en alguna de las entidades que le siguen (periódico El Norte de Castilla, Cátedra Miguel Delibes. Fundación Miguel Delibes, Fundación instituto castellano y leonés de la lengua, Ministerio de incultura rural, Diputación provincial de Valladolid… etc. etc.), alguna medalla del mérito al valor: a la osadía.

Y aquí me tienen ustedes: pobre paleto, y analfabeto, contra toda la cultura académica… Bueno no, no es cierto: en contra de todo el analfabetismo rural. Es que no es lo mismo.


Camporredondo 29 de julio de 2015