martes, 29 de marzo de 2016

Laja 2

Además de remitiros a “La Pizarra de Gaude” “En camisas de once varas: Laja”, de fecha 31-5-2014, y comprometido como estoy con el comentario a cualquier mejora incluida en el “Diccionario” del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, editado por ediciones Cinca, quiero y debo añadir:

No, señor Urdiales, no me vale esta mejora que, aquí y ahora, nos ofrece:

Laja: Cualquier trozo de piedra (incluso trozos de hielo) irregular y suficientemente fina. (Investigación de campo).

Digo que no me vale a mí, ya sabe usted -y mis cultos lectores- que soy de pueblo. Pero si tenemos en cuenta que Delibes en “Las ratas” y “El tesoro”, también parece que “navega” por el mundo rural, debemos admitir que en ese ambiente hemos de movernos.

Dice el escritor en “Las ratas”, obra completa, ediciones Destino, tomo 3 página 476: (…) un hilillo de sangre fluida iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.

Primero veamos lo que el “experto” nos dijo en “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, editado por Fundación instituto castellano y leonés de la lengua” y “Cátedra Miguel Delibes”:

Laja
LR p. 52
(...) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las
 lajas escarchadas del corral.
laja1.
(Del port. laja, y este del lat. hisp. lagena).
1.
f. lancha1.
2.
f. Mar. Bajo de piedra, a manera de meseta llana.
Laja:
Láminas de hielo que se forman en charcos o sitios con agua. (Investigación de campo)
ET p. 61

(...) en seguida con las primeras
lajas
.

Ahora veamos lo mismo, pero con la mejora incluida en “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes”, editado por ediciones Cinca:

Laja: Cualquier trozo de piedra (incluso trozos de hielo) irregular y suficientemente fina (Investigación de campo). Ésta es la mejora. O sea: rectificación, cuasi absoluta, pero pretendiendo que “no se nos vea el plumero”.

El “experto” sabe que una de la “Obras de misericordia” (ver catecismo del padre Astete) es “enseñar al que no sabe”, y eso es lo que trata de hacer: enseñarnos a los que no sabemos.

Pero se da la circunstancia de que los que -todo parece indicar- no sabemos, es que lo hemos aprendido de distinta manera. A veces digo esto: una cosa es la acepción que la palabra tiene en el mundo rural (¡que sabrán ellos!), y otra la que tiene en la academia del “experto”.

Lo que significa en la academia ya nos lo dice el “doctor cum laude en ciencias de la información”. No lo repetimos porque ya queda suficientemente claro un poco más arriba.

Entonces, cumpliendo con la obra de misericordia, yo también me veo obligado a enseñar lo que, creo, hace muchos años aprendí:

En la página 476. “Obra completa” tomo 3, ediciones Destino, dice Delibes: (…). Al cabo, el Antoliano y el Malvino le ayudaron a colgar el marrano boca abajo. Del hocico escurría un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.

Aplicando la “obra de misericordia” debo decir, y digo: Delibes nos está diciendo que el corral está empedrado con lanchas, losas o lajas (que son sinónimos) y sobre ellas la sangre del gorrino -que está colgado boca abajo- va formando un pequeño charco.

Pero antes de seguir por otros derroteros, hagámonos algunas preguntas: ¿el “experto” en la narrativa de Miguel Delibes, pretende guiarnos por la obra del escritor? ¿Pretende corregir al escritor?

Vayamos por partes:

Si lo que el intitulado “experto” pretende es que conozcamos la obra de Delibes según su óptica, entiendo por qué nos sitúa la acción de la matanza del cochino en un corral con placas de hielo escarchadas. Delibes, claramente, nos dice que el corral está empedrado con lajas. ¿Qué pretende decir el señor Urdiales, que el escritor no distingue entre placas de hielo escarchadas, (¡toma ya!) y piedras (lajas)?

Observando la mejora incluida en el diccionario editado por ediciones Cinca, lo que trasluce es que el “experto”, como decimos en mi pueblo, “anda cazando moscas”. Después de poner en el mercado el “diccionario editado por Fundación instituto castellano y leonés de la lengua” que ¡anda que no les cunde también a éstos!, se ha dado cuenta de un pequeño desliz: ha confundido piedras (lajas) con hielo (placas). Pero en lugar de rectificar y pedir perdón por lo editado en el primer “diccionario” y en Cátedra Miguel Delibes, lo que hace es decirnos -sin más ánimos que enseñarnos…- que las piedras (lajas) también pueden ser hielo (placas).

No señor, no. Lajas, lanchas, losas, incluso lascas (que son pequeñas lajas que saltan al romper con la marra las piedras grandes o rocas), siempre han sido piedras (¡hasta ahora, claro!).

Un rincón del corral de mis amores.
Así que una obra de misericordia, la primera, es: “enseñar al que no sabe”. Otra, la tercera, es: “corregir al que yerra”. Creo que las dos son bastante acertadas, aunque creo que se podían aplicar las tres primeras; porque la segunda no tiene desperdicio: “dar buen consejo al que lo ha de menester”. (ver catecismo del padre Gaspar Astete). El mismo en el que yo aprendí las 14 obras de misericordia mientras mis padres colgaban al marrano boca abajo, del que salían pequeños hilillos de sangre, pero no para formar charcos de sangre sobre las lajas escarchadas del corral, no; nuestro corral -que hoy es un precioso jardín- estaba empedrado con pequeñas piedras y tierra para favorecer el drenaje y evitar, en lo posible, los charcos y las placas de hielo.


Como despedida, otra vez más, digo: Delibes no dijo hielo escarchado. Sólo dijo que las lajas (piedras) del corral estaban escarchadas. O sea que debía de hacer un frío que pelaba. Por experiencia os digo que, efectivamente, algunos, o muchos días, hacía un frío que pelaba. Por eso salían sabañones en pies, manos, orejas y un largo etc. y ¡vaya como picaban!


Camporredondo, 3 de octubre de 2015.

martes, 22 de marzo de 2016

Trasera

Trasera

LR p. 15
El Pruden asomó por la
trasera abotonándose los pantalones.
Trasera:
adj. Puerta trasera del corral, por donde entran tractores, carros, animales, etc. Sinónimos: Accesoria, carretal, carretera, portona. (Diccionario del Castellano Tradicional)
Trasera:
Puerta grande que da entrada al corral. Puede constar, a su vez, de una puerta pequeña llamada portajón, para que pasen las personas. (Investigación de campo)
DVSC p. 127
Se dirigió hacia una trocha bajo las hayas, en la
trasera
del templo,

Lo que acabamos de leer lo recoge el “doctor cum laude en ciencias de la información” -y “especialista" en Delibes- en Cátedra Miguel Delibes, “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, publicado por Fundación Instituto castellano y leonés de la lengua, y el mismo diccionario esta vez publicado por ediciones Cinca.

¿Qué interpreta aquel niño, hoy ex pastor de ovejas, ex agricultor y abuelo (yo), que creció con sentimiento de inferioridad? Pues que Delibes se refiere a la parte trasera de la iglesia y su campanario en “Las ratas”, y a la parte trasera del templo (ermita) en “El disputado voto del señor Cayo. ¿Lo vemos? Pues lo vemos:

Dice Delibes en “Las ratas”: (…).el bando de palomas describió un amplio semicírculo por detrás del campanario y tornó al palomar.
El Pruden asomó detrás, abotonándose los pantalones.
-Toma- dijo el Nini alargándole el pájaro.
El Pruden sonrió evasivamente.
-¿así que le atrapaste? – dijo. Tomó el grajo (…)

Invito, al que no lo haya leído, a pasar un buen rato leyendo “Las ratas” de Delibes. Merece la pena, y además podrá sacar sus conclusiones. Lo que acabo de transcribir desde el “tomo 3 de obra completa, ediciones Destino, primera edición, abril de 1968, página 449”, creo que merece una reflexión.

Si repasamos lo que acabo de introducir, es fácil deducir que el escritor no se refiere a la trasera que, (acertadamente, si fuera así) nos describe el autor del “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes”.

Reflexión inmediata: “el bando de palomas describió un amplio semicírculo por detrás del campanario”. Las palomas han volado en semicírculo por detrás del campanario y han tornado al palomar para, seguidamente, asomar detrás el Pruden abotonándose los pantalones. Parece lógico pensar que por donde aparece el Pruden es por donde volaron las palomas describiendo un semicírculo, o sea, por detrás del campanario. Así que, de momento, no tenemos puerta trasera, o carretera, algo que no sería muy normal que la iglesia y su campanario tuvieran, pues no parece muy lógico que los agricultores uncieran los animales al carro para ir a misa o al rosario.

Seguimos: el Pruden asomó detrás abotonándose los pantalones porque acababa de “aligerar el cuerpo” detrás del campanario. Quizá hoy pueda parecer raro que una persona cague detrás de la iglesia, pero os puedo asegurar que era algo muy corriente defecar detrás de la iglesia -o de cualquier otro edificio o tapia que pudiera ocultarnos ante la posibilidad de que alguien  pudiera sorprendernos- en el tiempo en que el techo del inodoro era el cielo y la ventilación estaba asegurada -a veces con el nordestazo, como dice Delibes en “El último coto-" sin extractores ni ventanas para la ventilación.

Quiero reiterar –aunque ya sé que se nota- que yo, como el Pruden, el Nini o el señor Cayo, soy de pueblo, y no comprendo que pueda haber iglesias que detrás del campanario tengan traseras ¿para tránsito de..? La iglesia (templo del que habla Delibes en “El disputado voto del señor Cayo”) tampoco creo que necesite traseras por donde transitar los carros y carretas. En mi pueblo desde luego no las tienen, ni nunca las tuvieron.

Si seguimos con la segunda reseña en el “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, (DVSC p. 127. Se dirigió hacia una trocha bajo las hayas, en la trasera del templo) vemos que nos da la misma definición, y aquí no cabe otra interpretación: “(…) Se dirigió hacia una trocha (carril, camino o senda entre la maleza) bajo las hayas, en la trasera del templo” (parte opuesta a la delantera, o fachada, del templo , en el “Disputado voto del señor Cayo”) donde no debe haber traseras precisamente: lo mismo que no las hay detrás de la iglesia en “Las ratas”.

Resumiendo: Delibes no se refiere, -es mi opinión- tanto en “Las ratas” como en “El disputado voto del señor Cayo”, a la trasera como puerta para carros o carretas, sino como parte opuesta al frente o fachada.

Abundando un poco más: el Pruden asomó detrás abotonándose los pantalones porque acababa de “dar de vientre” (tirar los pantalones se decía en mi pueblo). Se abotonó los pantalones en la calle porque en la calle había cagado (parece un poco absurdo que, estando dentro, el Pruden saliera a la calle para abotonarse los pantalones). En mi pueblo, durante muchos, muchísimos años, el lugar más frecuentado para “evacuar” era la parte trasera de los corrales cuya parte delantera de los edificios daba a la calle, o la plaza del pueblo donde la parte trasera era la finca del abuelo Salustiano: El Alamar.

Nota: en los pueblos había casas, muchas casas, que no tenían corral en el que mover el vientre.

Y ahora vamos con lo que eran, y aún son, las traseras llamadas, más propiamente, puertas carreteras (puertas de tránsito de carros y carretas hacia, o desde, el corral).

Traseras centenarias, con postigo incluido. Estaban (digo estaban)  frente a la ventana desde donde
aporreo las teclas. A ambos lados podemos apreciar las dos piedras (salva cubos o salva ruedas) que
se colocaban para que el cubo del carro, o la rueda, no pegara en la pared de la casa, con el peligro
que esto entrañaba.
La definición de traseras viene dada porque eran las puertas de acceso a la parte de atrás del edificio, o sea: al corral. Las traseras (puertas traseras o carreteras) podían estar en la parte trasera del conjunto, casa y corral -como es el caso del edificio de éste que teclea- o podían tener su ubicación en la misma parte delantera de la casa (misma fachada, ver la foto) pero eso no quiere decir que no sigan siendo traseras: puertas de entrada a la parte trasera de la casa, o sea: al corral.

Mis conclusiones finales: Delibes nunca habló de las traseras (es mi opinión) como puertas carreteras (paso para animales, carretas y carros) sino como parte opuesta al frente. Incuestionable es que todo aquello que tiene parte delantera, necesariamente deberá tener parte trasera, que es a lo que Delibes se refiere.

Trasera: se dice de la parte opuesta a la delantera.

Traseras: se refiere al conjunto de las puertas carreteras (puertas de paso para carros y carretas).

Y metidos en harina, añadimos: la puerta pequeña para el paso de personas, o animales individuales, se llama postigo (al menos en esta parte de Castilla) y está insertada en hueco abierto en una de las puertas grandes o carreteras. La foto que acompañamos sirve de testigo permanente en las traseras centenarias. Añadimos las piedras salva cubos, o salva ruedas que, más que salvar al cubo del carro, salvaban al edificio de posible impacto de la rueda con el riesgo que eso entrañaba.

No creo que a estas alturas tenga que decir que soy seguidor y admirador de la obra de Delibes (algo he leído y disfruto de toda su obra). Por todo lo que acabo de -a mi manera- explicar, quiero dejar sentado que cuando leí “El disputado voto del señor Cayo” jamás pensé que pudiera referirse a las puertas carreteras cuando hablaba de la trasera del templo. Mi sorpresa fue al encontrar este significado en Cátedra Miguel Delibes y “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes editados por Instituto castellano y leonés de la lengua y ediciones Cinca.

Y como soy hombre que muchas veces abrió y entró con el carro por las puertas traseras, o carreteras, que en mi casa estaban, y están (aunque distintas), en la parte trasera, esto creo, y así lo digo en:

Camporredondo a 25 de noviembre de 2015
Trasera 2ª parte

En vez de corregir lo que ya tenía escrito (nada me obligaba a rectificar) y queriendo dejar constancia de mis posibles errores, quiero añadir una segunda parte a la trasera sólo con el ánimo de dejar las cosas en su más justo término.

A pesar de que lo que digo sobre lo recogido en el tomo 3 página 449 Obra completa 1ª edición “El Pruden asomó detrás, abotonándose los pantalones”, es correcto, y pareciéndome imposible que el “experto” hubiera leído El Pruden asomó por la trasera abotonándose los pantalones.” Pensé: quizás hay otras ediciones en que aparezca rectificado. Y a partir de ese momento busqué y consulté la edición decimoséptima, enero de 1991 en Destinolibro donde efectivamente en su página 14 aparece corregida la primera edición de “Las ratas”. O sea que: “el Pruden asomó detrás, abotonándose los pantalones”, ha sido sustituido por: “el Pruden asomó por la trasera abotonándose los pantalones”.

A partir de ahí cabe hacerse algunas preguntas. Yo, hombre rural, debo hacerlas: ¿por qué la necesidad de corregir, si desde un ambiente rural la frase venía como anillo al dedo? ¿No se entendía, desde el gran público, lo que el escritor quería decir, y dijo, al decir que el Pruden salió por detrás abotonándose los pantalones? En el ambiente rural quedaba meridianamente claro que el Pruden se abotonaba los pantalones porque acababa de evacuar el vientre detrás de la tapia, ya fuera torre, pared de corral o casa, como así se hacía de la forma más natural, porque los inodoros no existían ni en los más lejanos sueños en los pueblos donde había que ir a por agua a la fuente con botijos y cántaros.

Hoy que, desgraciadamente, el autor no puede despejarnos la duda, este hombre rural donde los haya, sigue manteniendo que Delibes no nos habla de la trasera (puertas carreteras, puertas de acceso para carros y carretas), sino de la parte trasera de la casa o la iglesia.

Es Delibes muy dado a usar la palabra trasera para referirse a la parte posterior de la cosa tratada, así podemos comprobarlo en la página 75 Destinolibro edic. 17ª (pág. 496 ediciones Destino, obra completa 1ª edición) donde dice: “(…) En la trasera del carro amarraba al Duque, el perro, con un cordel tan corto que casi le ahorcaba. (…).En página 76 de la misma edición en Destinolibro (misma página 496 ediciones destino) vuelve el escritor a referirse a la parte trasera, pero ahora se refiere a la parte trasera de su casa “… mas en las horas de sol era fijo encontrarle sentado en el poyo de la trasera de su casa, (…). (Poyo se refiere al asiento de piedra que había, generalmente, en la fachada de las casas).

Como podemos ver, en ninguno de los dos casos Delibes se refiere a las traseras, más conocidas por puertas carreteras, sino a la parte trasera del carro y al poyo (asiento de piedra) que hay en la parte trasera de su casa (trasera, siempre en singular, porque parte delantera sólo hay una y por tanto parte trasera, otra).

Para no hacerme más pesado quiero referirme ahora a cuando Delibes vuelve a hacer uso de la palabra trasera. En el “Disputado voto del señor Cayo” página 127 nos dice Delibes: (…) Se dirigió hacia una trocha bajo las hayas, en la trasera del templo, pero en el momento…”. Creo que sobre la trasera del templo ya hemos hablado, por lo que no vamos a insistir. Simplemente digo que yo no conozco iglesia que tenga traseras (puertas carreteras) para que los fieles vayan y vengan en carro a las liturgias. Lo que sí tienen es parte anterior (delantera o fachada) y parte posterior (trasera).

Para hacer cómoda su comprobación ofrezco, para el que así lo desee, la posibilidad de acceder al uso que Delibes hace, en cada momento, de la palabra trasera:

“Las ratas”, ediciones Destino, Obra completa pág. 449: (…) El pruden asomó detrás, abotonándose los pantalones. (…)

“Las ratas”, Destinolibro pág. 14: (…) El Pruden asomó por la trasera abotonándose los pantalones. (…)

 “Las ratas”, Destino libro y ediciones Destino: pág. 44 y 472 respectiv.: (…) El caso es que el Nini, compadecido de los desgarrados mujidos de la vaca en la alta noche, se llegó a las traseras de don Antero, el Poderoso, y le dio suelta. (…)

“Las ratas”, Destinolibro y ediciones Destino pág. 75 y 496 respectiv.: (…) En la trasera del carro amarraba al Duque, el perro, con un cordel tan corto que casi le ahorcaba. (…)

“Las ratas”, Destinolibro y ediciones Destino pág. 76 y 496 respectiv. (…) iba todavía de acá para allá, mas en las horas de sol era fijo encontrar sentado en el poyo de la trasera de su casa…

“Las ratas”, Destinolibro y ediciones Destino pág. 137 y 542 respectiv.: (…) y el Duque, el perro, amarrado a la trasera, con la soga como un dogal, gañía destempladamente. (…)

El disputado voto del señor Cayo pág. 127: (…) Se dirigió hacia una trocha bajo las hayas, en la trasera del templo, pero en el…

Enseguida podemos darnos cuenta de que cuando Delibes quiere referirse a las traseras (puertas carreteras o de entrada y salida al corral de los carros) hace uso del plural (las traseras o puertas carreteras son, o eran, siempre dos). Sin embargo cuando se refiere a la parte posterior usa, como corresponde: el singular.

Meridianamente claro queda que si el “Nini” quería dar libertad a la vaca no necesitaba dirigirse a la parte trasera, si no abrir las traseras (que como ya hemos comentado, pueden estar en la parte trasera o en la fachada).para que el animal pudiera salir. 

Y poco puedo añadir.

Trasera: parte opuesta a la delantera.

Traseras o puertas carreteras: puertas para el tránsito de carros y o carretas.

Como sigo siendo zapatero (hombre de campo), me dedico a mis zapatos en:

Camporredondo, 16 de marzo de 2016



martes, 15 de marzo de 2016

La casualidad quiso que...

Un seguidor de “La pizarra de Gaude” hace unos pocos días me enviara unas entrevistas vía radio (Radio exterior de España) y me decía: “mira a ver qué te parece esto”.

Es por eso, y en atención al seguidor de “La pizarra de Gaude” que lo primero que hago es darle mi opinión: ¡vergüenza! Siento vergüenza ajena porque se pueda emitir por “Radio exterior de España” opiniones –sin contrastar- sobre la obra de Delibes y el lenguaje rural castellano.

Y, sin más preámbulos, pasamos a ver lo que Delibes escribe en “La hoja roja” origen del desaguisado:

(…) Por el patio de luces seguían diciendo Manuel, en cristiano, aunque en el pueblo nadie le conociera ya por el nombre. El Picaza dejó de llamarse Manuel cuando, a los seis años, amaestró una urraca que había atrapado en la ribera del río. La Silvina, su hermana, la del Eutropio, le decía en su última que el Picaza vendría a la mili para febrero a todo tardar y cuando la Desi lo comentó con la Marce por el patio, terció la pingo de la Tasia, la del principal, diciendo que se sentase a esperarle que de pie se iba a cansar. Entonces la Desi perdió los estribos, se asió crispadamente a los barrotes y voceó con voz inflamada: “¡Calla la boca tú, estropeabarrigas!”
Otras veces, la Tasia la decía por el patio que lo que ella pretendía era heredar al viejo. En realidad, la Tasia era un pingo y la Desi había vaticinado que de casarse subiría al altar con berretes. La Tasia disfrutaba de una fama turbia en la vecindad. Las más piadosas aseguraban que había abortado dos veces, pero la Marce, que no se llevaba mal con ella, afirmaba que la Tasia reglaba con coágulos y esa era la desgracia lo mismo que el nacer coja. La Tasia no decía que sí ni que no; se dejaba querer. Todo lo más se reía y decía: “Porque puedo; anda esta.” (…)

Lo que acabas de leer, querido lector, es lo que Delibes escribió en la página 278 del tomo 2 de Obra completa (ediciones Destino) sobre la palabra “estropeabarrigas”.

A continuación transcribo lo que el intitulado “experto” en Miguel Delibes ha entendido y nos repite en sus libritos y en Cátedra Miguel Delibes. Tampoco lo corrige en la entrevista que le hacen en “Radio exterior de España”.

Estropeabarrigas
LHR p. 26
"¡Calla la boca tú,
estropeabarrigas!".
Estropeabarrigas:
Se llama así al hombre que deja embarazada a una chica y luego se va con otra. Al padre de la chica embarazada que obligaba al hombre a casarse con su hija se le llamaba "traganiños". (Investigación de campo)
LHR p. 95
¡Calla la boca tú,
estropeabarrigas
!


En algunas ocasiones más, a lo largo de la obra, el escritor vuelve sobre la palabra estropeabarrigas y siempre referido al reproche que la Desi le dirige a la Tasia con la que parece no tener relaciones muy cordiales.

Quizás el señor Urdiales queda a cubierto -posiblemente eso piensa- con “su” (investigación de campo), con la cual parece decirnos: ¡ah, a mí me lo dijeron! Pero esto no vale señor Urdiales, usted, como buen observador y gran filólogo, debería de haberse dado cuenta de que “estropeabarrigas”, para la Desi, no es un hombre, sino la Tasia que -según Delibes- era mujer y por tanto existía la posibilidad de que pudiera abortar. Además, en el posible embarazo no trasluce el hombre que deja una barriga colgada -como veremos más adelante- y haya huido, ni abuelo que obligue al posible padre a casarse, adjudicándose el sobrenombre de “traganiños” como también veremos más adelante.

Si he vuelto sobre la palabra “estropeabarrigas” usada por Delibes en “La hoja roja” no es para mostrar mi más rotundo desacuerdo con la forma que tiene el “experto” en Miguel Delibes de entender y tratar la obra del escritor y el lenguaje rural, que eso ya lo hice en “La pizarra de Gaude” en las entradas de fecha 3-3-2014 y 23-9-2015, entre otras. Mi discrepancia viene ahora con Radio nacional de España (Radio exterior de España) que, aparentemente, no parece tener mucho interés en que aquello que, en teoría, llega a una buena parte del mundo, tenga veracidad o no. Quizá R.N.E. también dice aquello de… a mí me lo dijo Urdiales.

No puedo entender que si yo me pongo en contacto con Radio nacional de España para transmitirle que acabo de inventarme -porque soy así de bruto o caprichoso- una palabra, la suban a las ondas sin contrastar su veracidad. Pero si, como parece, es así, flaco favor le están haciendo a nuestro lenguaje.

Y como hoy mi máximo interés se centra en el lenguaje rural en la narrativa de Delibes, quiero seguir enlazando con lo que, creo, es la confusión (otra más) del señor “experto “.

En entrada de fecha 28-9-2014 publiqué en “La pizarra de Gaude” lo que a continuación podéis leer:

Página 198 del Diccionario de Expresiones populares en la Narrativa de Miguel Delibes.

Una barriga colgada: dejar embarazada a una mujer.

Leer, leer, leer… qué menos se puede pedir que leer. Lo primero para comprender y, sobre todo, para transmitir el mensaje de lo leído.

En “Viejas Historias de Castilla la vieja” (A la sombra de los enamorados) página 393 de la Obra completa de Miguel Delibes Tomo 2), “Isidoro” nos cuenta cómo su tía Marcelina comentaba, con orgullo, que en su pueblo era tal la hombría de sus jóvenes que a sus noventa y dos años de vida no conoció uno que, a sabiendas, dejara una barriga colgada. Pocos pueblos, creo yo, podrán competir con esa estadística.

A la vista de lo leído Delibes nos está diciendo que una barriga colgada es algo más que dejar a una mujer embarazada, nos dice que la barriga colgada queda después de que el mozo se entera del embarazo se retira y deja la futura madre abandonada sin afrontar su responsabilidad.

Por otra parte: ¿quién no ha oído que dejarle a uno colgado es dejarle abandonado cuando más necesita de auxilio?

Tengo que lamentar, debo lamentar y quiero lamentar, que la obra de Delibes no merezca un trato acorde con su categoría. Diccionarios, Cátedra, Fundación Instituto Castellano y Leonés de la lengua… ¿ninguno lo lee con atención? A las pruebas me remito.

Lo que acabas de leer es lo que dije y hoy sigo manteniendo.

Lo que a mí me parece es que hay una mezcla entre estropeabarrigas (que no hay ninguna posibilidad de que el mozo la estropee) y dejar una barriga colgada que es cuando el mozo, al saber la “buena” nueva, se retira dejando a la futura madre abandonada (barriga colgada). Aquí, de ser cierto -que no lo es-, es cuando podría aparecer el traganiños, que tampoco era, el posible abuelo.

Resumamos:

“Estropeabarrigas” en la narrativa de Delibes (La hoja roja) es de lo que acusa la Desi a la Tasia porque, al parecer, ha abortado dos veces (ha estropeado la barriga dos veces).

¿Puede ser que un hombre sea estopeabarrigas por dejar a una mujer embarazada? Cuando un hombre deja a una mujer embarazada y la abandona (se vaya o no, con otra) deja una barriga colgada. Deja colgada a la futura madre con su barriga. Decimos dejar colgada porque es en ese momento cuando la madre más necesita del futuro padre para seguir adelante y éste la dejó colgada (“creí que tenía un amigo, pero me dejó colgado cuando más le necesitaba”).

"Traganiños": ¿por dónde cogemos esto? No, el traganiños, al menos el rural, es aquel ser monstruoso, aquel ogro con el que se asustaba a los niños porque se los tragaba enteros y vivos. Y he dicho bien cuando he dicho que se los tragaba, porque hoy –afortunadamente- no queda niño que se trague esa trola sin desternillarse de risa. 

Traganiños -dirigido al “macho” adulto en el ámbito rural- era el… matón, fanfarrón, chulo… pero que, en el fondo, era un don nadie: “¡mira el traganiños éste lo que fue a decir!” (mial traganiños este lo que fua icir).

Y no me resisto, una vez más, a solicitar del señor Urdiales: ¿sería usted tan amable de indicar su investigación de campo dónde está realizada? Es que lo creo importante porque yo –o cualquier interesado- podría ponerme en contacto con “su” informante y quizás podríamos conseguir que la luz se hiciera en esta oscuridad en la que a mí particularmente me deja.

En los varios programas que he podido escuchar se habla de piedralipe, araña, humeón, herradón, ardivieja… Sobre todas estas palabras, a todo aquél que esté interesado en saber el significado que tienen en el lenguaje rural le remito a “La pizarra de Gaude” donde están criticadas, rogando al interesado que no esté de acuerdo en lo que allí digo lo manifieste públicamente. Sólo de ahí puede salir la luz y el lenguaje rural saldrá ganando.

En otra entrevista para la misma “Radio exterior de España” comentan sobre la palabra barbón y parece que para el señor Urdiales –eso dice la grabación- el barbón es la avutarda. ¿Si al “experto” le preguntaran por el carnero, respondería que es la oveja? Eso tengo que entender cuando al hablar de barbón no sabe que es el macho de la avutarda, lo mismo que el carnero es el macho de la oveja. Ya sé que el DRAE no recoge la palabra barbón pero… ¡señor Urdiales, el que escribe es Delibes y barbón es palabra rural! ¿No se ha dado cuenta?

Hay otra palabra –que como todas las anteriores he criticado en “La pizarra de Gaude”- que no me resisto una vez más hacer mención a ella: niebla meona.

El señor Urdiales no sólo no lo ha entendido sino que, de alguna manera, parece culpar a Delibes de modificar lo que la palabra significa. Dice Delibes:

Niebla meona
EUC p. 106
Durante casi un mes, la provincia ha estado entumida bajo una
niebla meona, niebla húmeda y densa que al congelarse en el aire, deja los campos albos como después de una nevada.
niebla.
(Del lat. nebula).
~ meona.
1.
f. Aquella de la cual se desprenden gotas menudas que no llegan a ser llovizna.
Niebla meona:
Delibes acaba de definirnos lo que es para él la niebla meona: niebla húmeda y densa que al congelarse en el aire, deja los campos albos como después de una nevada.(Investigación de campo)

Como vemos, en el “Último coto” Delibes describe –correctamente- lo que es la niebla meona: niebla húmeda y densa que al congelarse deja los campos albos como después de una nevada. A continuación copio y pego lo que según el experto entiende Delibes:

Niebla meona: Delibes acaba de definirnos lo que es para él la niebla meona: niebla húmeda y densa que al congelarse en el aire, deja los campos albos como después de una nevada.(Investigación de campo)

Si el señor Urdiales no ha entendido lo que para Delibes es la niebla meona, debería informarse, porque vamos a ver ¿si la niebla meona no deja los campos albos, deja de ser meona? Como muy bien recoge el DRAE, niebla meona es "aquélla de la cual se desprenden gotas menudas que no llegan a ser llovizna", pero que, yo me atrevo a añadir –porque muchas veces me ocurrió-, calan (mojan). ¿Podríamos decir que lluvia es el agua desprendida de las nubes que al congelarse se convierte en hielo? ¿Y si no hiela deja de llamarse lluvia? Pues con la niebla meona ocurre exactamente igual. La niebla meona, también para Delibes, puede o no congelarse sin dejar de ser meona. Luego para Delibes, para el DRAE, para este aporreador de teclas y para todo el mundo, la niebla es ésta:

Niebla meona
1. f. coloq. Niebla de la cual se desprenden gotas menudas que no llegan a ser llovizna.
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Como podemos ver, la aclaración que ha introducido el DRAE en la vigésimotercera edición, respecto de la anterior, es que ha sustituido la palabra aquélla, referido a la niebla, por niebla. Aclaración que, según este humilde paleto, no era necesaria. Pero, en fin, doctores…

Delibes nos ha definido la niebla meona, añadiendo que, si se congela (si se congela, sólo si se congela) deja los campos albos como después de una nevada. Y esto es válido para él, para este paleto que tuvo que sufrirla, para el DRAE… en fin para todos, excepción hecha del “experto” en Delibes que parece querer decirnos que... ¿Delibes se equivoca? Delibes acaba de definirnos lo que es para él la niebla meona.

Hay otra palabra que también comentaron para “Radio exterior de España”: ardivieja. Para el que quiera profundizar un poco más en esta palabra le remito a “La pizarra de Gaude”; allí la encontrará comentada. De momento sólo decir que no: ardivieja y rascaviejas no se parecen en más que son dos plantas, ahí acaba su similitud.

En las entrevistas para “Radio exterior de España” comentan más palabras, pero como creo que todas están recogidas en “La pizarra de Gaude” y no queriendo abusar de vuestra paciencia aquí lo dejamos después de haber descubierto que, también, Radio nacional de España es vehículo de divulgación para la forma que el señor “experto” en Miguel Delibes entiende al escritor y su forma de tratar este querido lenguaje mío: el lenguaje rural. No obstante no quiero abandonar sin ponerme a disposición de todos aquéllos que lo apoyan para disertar, palabra por palabra, sobre todo aquello que en los libritos en la narrativa de Miguel Delibes se ha publicado.

Y, machacando en hierro frío, sigo en…

Camporredondo, 24 de febrero de 2016


martes, 8 de marzo de 2016

Ubre 2

¡Hombre, un respeto a la RAE! Me dice mi amigo Javier al observar que no estoy de acuerdo con el significado que allí le dan a algunas palabras que se usan, o han usado, en el mundo rural.

Creo –le digo a mi amigo- que no he sabido expresarme: para la RAE, todo el respeto del mundo. Pero no me quedo ahí, todo mi respeto y la máxima colaboración (si es que puedo colaborar en algo). Una cosa -creo yo- es el respeto y otra el miedo; esto sí que puedo asegurarte que no hay ningún motivo para tenérselo.

Hechas estas precisiones vamos con lo que más importa:

ubre.
(Del lat.uber, -ĕris).
1. f.En los mamíferos, cada una de las tetas de la hembra.
2. f. Conjunto de ellas.

Ante la definición que el DRAE nos ofrece en su vigésima segunda edición, por no estar de acuerdo con lo que yo aprendí de mis abuelos (siglo XIX), envié mi reflexión al diccionario y, parece que algo se ha tenido en cuenta (el comentario fue aceptado).

Ahora, he consultado la edición vigésima tercera del académico diccionario y encuentro:

Ubre
Del lat. uber, -ĕris.
1. f. En los mamíferos, cada una de las tetas de la hembra.
2. f. Conjunto de las ubres.

Al parecer, el DRAE ha creído conveniente clarificar el “conjunto de ellas” y lo ha sustituido por: “conjunto de las ubres”, por lo que –con todo el respeto del mundo- sigo discrepando en lo que entiendo –porque así lo aprendí del lenguaje rural- que hay de diferencia entre ubre y teta-.
En mi afán por buscar el origen de la definición que nos ofrece el DRAE, he recurrido a la edición tercera (MDCCLXXXXI) del “Diccionario de la “Lengua Castellana” y ésta es la definición que nos ofrece de la palabra:

Ubre. s. f. La gordura que como dureza tienen los animales interiormente en las tetas.

Yo -que me agarro a un clavo ardiendo- interpreto, a mi favor, lo que el “Diccionario de la Lengua Castellana en el año 1791 nos dice: “dureza que tienen los animales interiormente en las tetas”. Si nos fijamos, el diccionario no nos dice en la teta, si no que, parece, se refiere al conjunto de ellas. Usa el singular para ubre, para después, al explicar lo que es, usar el plural de teta. Yo -que de letras no entiendo nada- interpreto que se refiere al conjunto de tetas. Luego:

Ubre.- singular femenino: “dureza, o gordura”, que forma el conjunto de las tetas. Siempre teniendo en cuenta que:

Teta: está formada por la glándula secretora de leche, más el pezón.

De todas maneras el Diccionario de la Lengua Castellana no nos lo aclara demasiado, porque parece darnos a entender que teta se refiere sólo al pezón “dureza que tienen los animales interiormente en las tetas”. Yo interpreto, así lo aprendí, y creo haberlo constatado ordeñando ovejas, que la teta la forman la glándula secretora de leche y el pezón, que es la parte de la teta por donde las crías succionan la leche, o por donde, mediante el ordeño, el ordeñador la extrae.

Para no hacerme más pesado:

Teta: glándula secretora de leche, más el pezón por donde se extrae.

Ubre.- conjunto de tetas de la hembra.

¿Por qué digo estas cosas con tanta seguridad? Pues porque cuando no había visto, ni sabía si existía la palabra escrita, me enseñaron que la oveja y la cabra tenían una ubre y dos tetas y la vaca cuatro tetas y una sola ubre. Claro, yo se lo oí a mi abuelo pero… ¿mi abuelo se lo inventó y con él todos los de su tiempo? No tengo otra fuente de información, después haber ordeñado durante algunos años, sujetando con la mano izquierda la ubre y ordeñando con la derecha el pezón de la teta (esto a las ovejas, las cabras y vacas se ordeñaban de distinta forma). De esta manera, desde el siglo de mi abuelo (siglo XIX) hasta ahora, que nos desmienten en la RAE, hemos vivido creyendo lo que acabo de decir.

Como a mi abuelo no puedo preguntarle donde lo aprendió, me toca defender lo que él me enseñó. Y eso es lo que estoy haciendo en este momento. ¿La academia tiene distinto punto de vista? Por eso es La RAE y yo el paleto que ordeñaba el pezón de la teta, mientras sujetaba a la oveja por la ubre.

Si he interpretado correctamente lo que dice el “Diccionario de la Lengua Castellana”, es lo que se decía en el siglo XVIII, y si no, es lo que se decía en el mundo rural –al menos- desde el siglo XIX.

Aquí queda para la polémica, bien entendido que si alguien está equivocado lo más lógico es que sea este ex pastor que entendía que cuando una oveja quedaba inútil de una teta decía que era tetimanca, y cuando enfermaba de la ubre y quedaba inútil para producir leche decía que estaba ubrada.

Así lo aprendí y así os lo cuento en:


Camporredondo, 19, de octubre de 2015.

martes, 1 de marzo de 2016

El cuartillo

¿Cuartillo?

Esta vez, querido seguidor de “La pizarra de Gaude”, no comentaremos una palabra. Esta vez dirigiremos el tiro -quizá por aquello de que una imagen vale más que mil palabras- hacia una fotografía.

Por el mismo motivo tampoco nos dirigiremos al “experto” en la narrativa de Miguel Delibes, sino que lo haremos hacia el "profesor", por aquello de que en sus manos está la formación cultural de futuras generaciones. Vamos allá:
La Castilla rural de Delibes en imágenes actuales: cuartillo de leche.

En la Castilla rural de Delibes esta imagen se interpreta correc-
tamente: 1/4 =250 ml. 1/2= 500 ml. La no rotulada se supone
que es el litro.


Y bien: aquí tenéis la imagen. Como no las tenemos físicamente delante, los cálculos debemos de hacerlos "a ojo de buen cubero", y este "ojo" nos dice que la medida rotulada como “cuartillo para leche”, es más pequeña que la rotulada como “medio litro leche”. ¿Es cierto? Bueno pues, si el ojo no nos engaña, sigamos:

En principio digamos que si en vez de leche fuera agua la capacidad de las medidas sería la misma. Pero esto no tiene mayor importancia.

Lo que si empieza a tener importancia es que el cuartillo y el cuarto de litro no se deben mezclar: el cuarto de litro (250 ml) es referido al sistema métrico decimal y el cuartillo (504 ml) es una medida anterior. Por tanto: si hablamos de cuartillo nos estamos refiriendo a la cuarta parte de la azumbre, que nada tiene que ver con las medidas de capacidad actuales.

Llegó un momento en que todas las medidas antiguas hubo que adaptarlas al nuevo sistema de pesas y medidas (mucho más práctico) y el cuartillo (cuarta parte de la azumbre) se le asignó, por aproximación al nuevo sistema, una capacidad, igual o aproximada, a 504 ml. (504 mililitros).

¿Qué ocurrió con la llegada del nuevo sistema de capacidad para líquidos? Pues que el cuartillo desapareció pasando a usarse, en su lugar, el ½ litro.

Y ya vamos sobre la foto: "a ojo de buen cubero" no podemos decir (yo no me atrevo a decirlo) la capacidad de las medidas; pero sí vemos, sin lugar a dudas, que la rotulada como “cuartillo para leche” es mucho más pequeña que la rotulada como “medio litro leche”. Sin embargo, el ½ litro es igual a 500 mililitros y el cuartillo es igual, o aproximado, a 504 mililitros ¿curioso no?

Resumiendo: si usamos el raciocinio sobre lo que vemos en la foto, lo más lógico es que el llamado “cuartillo para leche” sea el cuarto de litro (pero no es cuartillo). El rotulado como “medio litro leche” sea efectivamente ½ litro y el que carece de rotulación sea el litro.

Si esto que acabo de intentar razonar no es válido, habrá que buscarle un razonamiento para que nuestros alumnos sepan lo que fue el cuartillo. Se trata de culturilla que, yo creo, merece un respeto.

¿El señor profesor tomará nota?

Y no quiero terminar sin decir que en casa de mis padres (también en casa de mis abuelos), cuando el cliente acudía a por la leche, la medida usada era el cuartillo (cuarta parte de la azumbre). Por eso no era necesario llenar la medida a rebosar porque, aunque el cliente pedía un cuartillo, lo que estaba pidiendo en realidad era 1/2 litro de leche que era lo que, religiosamente, pagaba. "A razón de catorce siete la media".

He intentado razonarlo en…



Camporredondo, 26 de febrero de 2016