Y quiero seguir usando mis modestos archivos, no vaya a ser que mañana lo lamente. Además quiero insistir: es posible -no soy más que un humilde paleto- que no quede claro lo que digo o, sencillamente, me haya equivocado. Por tanto, aquel que no esté de acuerdo, o dude de mis razonamientos, aquí tiene, y yo se lo agradecería en el alma, ocasión para rebatir, o preguntar sobre aquello que yo no haya sido capaz de dejar claro. Entre todos, vosotros y yo, podemos aportar luz sobre las tinieblas que otros se encargan de propagar.
Ahí va lo que tecleé hace unos meses:
En el “Diccionario” del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes, editado por ediciones Cinca, he pasado por delante de “nogala” y estuve tentado de volver a replicar. Entonces pensé: ya está bien de dar la paliza a los seguidores de “La pizarra de Gaude” si ya hemos dicho lo suficiente sobre su significado. Pero llegué a la palabra olma y vi que el “experto” sigue en sus trece. Entonces me dije: tengo que seguir porque, además, es otra nueva oportunidad para insistir sobre aquella otra palabra que tanto impacto causó entre los bienintencionados seguidores de los “Diccionarios”. Esta palabra es: cacanalona ¡Dios bendito!
Ya comenté que encontré en un
importante periódico de tirada nacional (ABC) la palabra cacanalona como el gran descubrimiento realizado por el autor de
los libritos, por lo que ahora, a la par que insistimos sobre olmo-olma, nogal-nogala, recogeremos
también la palabra cacanalona.
El “descubridor” de cacanalona (palabra que ya dejamos
claro que Delibes nunca escribió, porque no existe) sigue machacando con que, en
los pueblos castellanos distinguimos entre árboles masculinos y femeninos más
que por su género por su tamaño. “Un olmo,
especialmente corpulento y de formas redondas, será una olma; igualmente un
nogal, con una gran copa, ancha y poderosa, será una “nogala”. Como
me parece que esto ya lo dejamos claro en su momento, ahora quiero incidir
sobre el sentido que Delibes le da –así lo creo, e intentaré razonarlo- a la palabra
canalona que esta sí, tiene sentido
rural.
Hemos dicho, que el olmo solitario y en cuanto excede de
una determinada frondosidad le llamamos
olma; igualmente ocurre con nogal-nogala;
también lo aplicamos sobre el pez
que excede del amaño corriente: lo llamamos peza.
Ahora se nos presenta un caso
similar, dice Delibes en “Mis amigas las truchas”: “El Navia es un río incitante que aquí se ciñe
a una CANALONA tumultuosa no más
ancha que un par de metros y allá se explaya en una vadera que uno no es capaz
de franquear de un lance con cucharilla del 3. (…)”.
Vayamos con esta “manía” que tenemos
en los pueblos castellanos -como dice el “experto-” de distinguir a los árboles
(y otras cosas, como vamos a ver) más que por su género por su tamaño.
Dice el DRAE:
canalón
Del aum. de canal.
1. m. conducto que recibe y vierte el agua de los tejados.
Delibes llegó al río Navia, y observó un canalón tan extraordinariamente grande que no encontró otra palabra más a mano –como me ocurría a mí cuando pescaba un pez de dimensiones extraordinarias -¡vaya peza!, decía yo- el escritor -que llevaba el pueblo escrito en la cara dijo-: ¡vaya canalona! Así lo escribió y así fue hasta que llegaron los expertos y dijeron: Delibes vio un canalón muy grande y lo llamó eso: cacanalona. Pero no quedó ahí la cosa, llegaron lo colegas del “experto” y dijeron: ¡vaya palabra que ha rescatado del olvido, Urdiales!
Entonces ¿cómo queda
la cosa? Pues que en los pueblos de Castilla seguimos (porque somos muy brutos)
sumando árboles o cosas a las que no distinguimos por su género sino por su
tamaño:
Nogal solitario y de dimensiones
extraordinarias según su entorno: NOGALA
Olmo con las mismas características
del nogal: OLMA.
Pez extraordinario en el arroyo del
pueblo: PEZA.
Y ya tenemos una más: canalón de dimensiones extra: CANALONA.
Como final, y aunque
los libritos no hacen mención a ella, quiero referirme a la palabra vadera que Delibes llama, muy
correctamente, al vado ancho que
nadie es capaz de franquear de un lance con una cucharilla del 3. (¿Otro cambio
de género por su tamaño?).
Camporredondo, 17 de
octubre de 2015
(…) consiste, esto del lance ligero, en ir a por el pez dentro del río, a veces contra corriente.
PD. De sorpresa en sorpresa: no puedo -o no debo, ni quiero-
pasar por alto, la última intervención (15-3-17) del experto en Miguel Delibes
en Es Radio CYL Es el campo. Pero no temáis: no os largaré todo el discurso. Dice
el experto:
(…) consiste, esto del lance ligero, en ir a por el pez dentro del río, a veces contra corriente.
Yo siempre pensé que el pez hay
que buscarlo dentro del agua, porque de lo contrario habría que buscarlo en la
pescadería o dentro del cajón en el que lo traía el fresquero por los pueblos. Así
que, por si había alguna duda: a por el pez hay que ir dentro del río, si es
río, o del mar si es en el mar. Aunque también puede ser en el arroyo donde, si
es grande, lo llamaremos “peza”. Sigue el preguntado y llega hasta…
…hoy
hemos hablado del Delibes pescador y del “lance ligero”, que es el que te
obliga a meterte dentro del río para pescar.
Ya sabéis que soy de secano,
quiero decir que no entiendo de pesca -ni de peces- más allá del que se pone
en la mesa. Pero sí me gusta saber, y como me gusta saber he buscado y leído
algo sobre el “lance ligero” como modalidad de pesca. Esto es lo que, sin
entrar en profundidades -en las que me ahogaría- he encontrado: El lance
ligero parece ser que es modalidad de pesca que consiste en lanzar el anzuelo
con el cebo y automáticamente ir recogiendo el sedal para provocar que los
peces, depredadores, se precipiten sobre su posible presa.
Parece -sólo digo parece- que se
puede pescar desde dentro del río o el mar, desde la orilla, desde un puente,
desde un barco… o sea, añado yo, hasta desde un helicóptero si llegara el caso.
Dice bien Delibes al decir que ha
venido a “sustituir la paciente y
tradicional figura del pescador de caña y lombriz…”. Parece claro
¿no? Este sistema no obliga al pescador a meterse dentro del agua, -creo que Delibes no lo dice en ninguna parte- pero sí le
obliga a mantenerse activo: lanzar y recoger constantemente.
Y, también, quiero y debo decir:
si hasta aquí no he metido la pata hasta el corvejón, si sigo estoy seguro de
meterla porque, como el “experto”, no entiendo nada. Y supongo que con la
emisora, formaríamos los tres un gran equipo de ignorantes pescadores por el
método de “lance ligero”. Eso deduzco al escuchar la emisora.
Esto digo en...
Camporredondo, 20-3-2017
Hola, Gaude, ¿Sabías que los toresanos llaman "encinos" a las encinas muy grandes y solitarias o en hileras? Después de lo leído, tiene su lógica, ¿no?
ResponderEliminarSaludos
Hola Piscator: no sorprende en absoluto que los toresanos llamen encino a la encina grande. Es la forma que tenemos,al menos en este mundo rural, de nombrar a aquello que se sale de normas. Si alguna vez alguien me dice que tiene un encino, ya sé que me está diciendo que tiene una encina de exageradas proporciones, que es distinto a creer que tiene una encina macho.
EliminarUn abrazo campero.
Hola de nuevo Piscator: después de responder a tu comentario -ya sabes que nunca relaciono el lenguaje rural con el académico- he acudido al diccionario de la RAE y encuentro que en el diccionario de autoridades, 1726-1739, no recoge la palabra encino. Pero he seguido y en el Diccionario de la lengua castellana -1791-, sí recoge la palabra encino y nos dice que es lo mismo que encina. Llama la atención que el mismo árbol sea catalogado dentro del género masculino y femenino. Ya sabes que de esto no entiendo nada. Pero me ha llamado la atención y quiero decirlo.
ResponderEliminarSaludos montunos.